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Antonio Argüelles, buen amigo nuestro, nadador de Swim4Good, y con dos triples coronas, nos cuenta de sus nuevo reto. Como nos tiene acostumbrado, su nuevo reto está al alcance de muy pocos; sólo 6 personas en la historia lo han logrado. Quisiera agradecer a Toño por sus palabras/acciones tan emotivas y generosas hacia Susan.
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Hace aproximadamente 5 años terminé la Triple Corona de natación (Manhattan, Catalina, Canal de la Mancha) en una sola temporada, una experiencia a la que le dediqué 3 años de mi vida preparándome. Al concluir mis nados, la pregunta recurrente era, “¿Y ahora qué?”. Lo obvio es que no quería saber nada de entrenar o adquirir nuevos retos. Me tomé un año sabático donde lo único que hacía era una hora de actividad física recreativa al día.
Al final de mi “recreo” me embarqué en otra aventura, esta vez alejada del agua y más bien cerca del cielo. Empecé a entrenar para intentar subir al Everest. Fue una experiencia diferente pero la montaña fue un reto que no pude lograr.
En el proceso me rompí el fémur y batallé para poder correr nuevamente. Lo de la corrida era un problema que venía arrastrando desde que terminé la Triple Corona pues durante 3 años nunca corrí. En una de las entrevistas publicadas en este blog, leí que Damián Blaum comentaba que su entrenador le decía que “aquel que no puede correr no puede nadar”.
Hace dos años decidí que antes de volver a nadar tenía que poder correr un maratón debajo de los 6 minutos por kilómetro en promedio. Tuve la fortuna de que el Profesor Tadeuss Kepka, entrenador de los grandes fondistas mexicanos me tomara bajo su tutela. Estos dos años han sido complicados, correr nuevamente no fue sencillo. Ajustar mi cuerpo después de la fractura me llevó varios meses con lesiones constantes. Una vez ajustado el cuerpo, encontrar la cantidad correcto de carga fue todo otro reto. Cada vez que corría rápido me lesionaba. El año pasado corrí el Maratón de Nueva York en casi 4 horas 40 minutos y pensé que estaba en el camino de la recuperación. En diciembre hice 50 minutos en una carrera de 10 kilometros y al final me desgarré la ingle. El tema de las lesiones fue recurrente por lo que todo el año tuve que combinar la carrera en tierra con la natación en el agua. Comprobé lo que dice el entrenador de Damián; correr ayuda a nadar.
A la par empecé a mentalizar mi próximo reto. Ya extraño nadar, tener un proyecto deportivo serio. Poco a poco los 7 Mares (Canal del Norte, Estrecho de Cook, Canal de Molokai, Canal de la Mancha, Canal de Catalina, Estrecho de Tsugaru, Estrecho de Gibraltar) se fueron materializando. Entre los correos a Steven Munatones y lo que podía leer en Internet, la idea fue cobrando forma. El sábado 30 de agosto me reuní con Nora Toledano en el City Café de Sport City y definimos la estrategia para atacar a esta Bestia. Sí, es una Bestia si se toma en cuenta que tan solo 6 personas lo han logrado hasta hoy.
Terminando me hice una nota mental para escribirle a Mauricio con la noticia. Estaba emocionado de finalmente tener un proyecto para Swim4Good. En abril de este año, Mauricio y Susan me invitaron a ser parte de los nadadores de Swim4Good. Además de sentirme honrado, me dio gusto ser parte de una organización donde mis nados pudieran tener un impacto social. Los 7 Mares iban a ser mi boleto de entrada. Adicionalmente, les tenía una noticia para apoyar a la recaudación, el libro que escribimos Nora y yo, Brazada a brazada: el azul interminable, ya estaba traducido al inglés, sólo faltaban los últimos detalles de edición.
La madrugada del 1 de septiembre apareció un mensaje de Swim4Good en mi teléfono. Imaginé que Susan se había animado a nadar el Canal de Catalina y que estaba anunciándolo. Empecé a leer el contenido y no podía creerlo. Esta era la cuarta persona cercana a mí que en menos de un año sufría esta terrible enfermedad. Pensé en sus hijas y en Mauricio. Me dio mucha rabia ver como la vida les estaba jugando esta mala pasada a mis amigos, personas increíbles que han dedicado su vida -ya sea por medio de su actividad empresarial o de su fundación- a cambiar la de muchas personas.
Sin embargo, pronto reaccioné. Pensé en mis amigas nadadoras que han vencido al cáncer. Todas ellas tienen en su ADN no darse por vencidas. Susan también es así.
No quise leer el segundo artículo de Susan porque no sabría qué decir. Sin esperarlo me llegó un correo de Kate, Hermana de Susan quien me invitaba a participar en un libro que le regalaríamos a ella para que lo leyera en sus sesiones de quimioterapia. Era una excelente idea y una gran oportunidad para decirle a Susan lo que sentía.
A la par, Chicago se acercaba. Las lesiones no cesaban y durante todo el año no había podido correr más de 20 kilómetros seguidos. Qué lejos estaban los años en que, para prepararme para un maratón, corría al menos 8 veces 30 kilómetros. Algunos días dudaba si podría correr los 42.195 kilómetros. Pensé dejarlo en medio maratón, alguna excusa me buscaría.
La tercera entrega de Susan llegó. Reuní toda mi fuerza y la leí. Qué entereza ante la enfermedad. Mis miedos se hicieron a un lado: iba a correr Chicago con Susan. De ella sacaría la fuerza para aguantar el dolor y, de paso, lograr mi objetivo de correr a 6 minutos por kilómetro, meta que me puse para saber si estaba listo para empezar a entrenar para Los 7 Mares.
Se me ocurrió hacer una copia del artículo del 1 de septiembre. Lo doblé cuidadosamente y lo puse en la bolsa de mi short junto a mis Acell Gel. Sería la fuente de energía para mi cabeza y mi corazón.
A las 7:30 horas dieron la salida. Los primeros kilómetros serían los más complicados. Además de no alocarme corriendo por debajo de 6 minutos el kilometro, tenía que poner mucha atención en mis pisadas pues en las últimas dos semanas había tenido problemas con el tendón de Aquiles izquierdo y con el bíceps femoral derecho.
A los 5 kilómetros tome 60 segundos para estirar las pantorrillas y a los 10 kilómetros otros 60 para los bíceps femoral. Estirarme en medio de los entrenamientos me había dado buen resultado. Dos minutos valían la pena para sentirme mejor. A los 15 kilómetros la pierna derecha empezó a contracturarse. Señal amarilla de problema. La primera reacción fue detenerme nuevamente a estirar, pero si seguía estirándome cada 5 kilómetros iba a subir mi tiempo 8 minutos. Pensé en Susan. El dolor que sentía no debía ser igual que el que ella tuvo cuando le dijeron lo de su enfermedad. Tenía que encontrar la forma de salir de la crisis. Respiré profundo, toqué la impresión del artículo y empecé a concentrarme en relajar el músculo. Dio resultado. Me sentí mejor.
A la mitad del maratón me entró la duda de qué seguía. No había corrido más de 20 kilómetros en todo el año. En la primera parte había ahorrado algunos segundos –llevaba 5:53 minutos por kilómetro de paso– y pensé que podía correr los próximos unos segundos más lentos. La estrategia funcionó hasta el kilómetro 35 donde me caí hasta 6.33 minutos por kilómetro. Faltaban 7 kilómetros y no me podía dar el lujo, a esas alturas de perder 3 minutos y medio. Nuevamente pensé en Susan, busqué relajarme y salí de la crisis. Poco a poco fui aumentando la velocidad y corrí el kilómetro 41 en 5:25 minutos. Sentía dolor, pero seguro no tanto como le duelen las quimios a Susan. Había que hacer algo radical. Con todas mis fuerzas aumenté el paso y saqué el último kilómetro en 4:25 minutos.
Al cruzar la meta saqué la copia de la impresión. Estaba haciéndose pedazos. Entre el sudor y el agua que tiro cuando me abastezco, se humedeció. Me tomé una foto mostrando como habíamos quedado Susan y yo. Mis piernas quedaron tan amoladas como el papel.
La diferencia es que para mí, éste era el inicio de un nuevo viaje y estoy seguro que para Susan también lo es. Pronto podremos estar nadando juntos nuevamente debajo del Golden Bridge.
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Categories: Swim4Good
Mauricio:
Quedó muy bien. Gracias por publicarlo.
Abrazos
El 18/10/2014, a las 18:12, Swim4Good escribió:
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